Desayunamos en un bar y nos recorremos la espléndida playa de La Salvé hasta El Puntal donde a las 9,00 h. tomamos “El Gasolino”, lancha que nos traslada hasta Santoña en unos minutos. Nos hallamos en la patria chica de Juan de la Cosa, marino y cartógrafo, autor del mapamundi más antiguo. Era propietario de la nao Santa María (antes La Gallega) capitana del descubrimiento de América. La nave encalló y se perdió en las costas de Santo Domingo, pero él continuó los viajes al Nuevo Mundo realizando un total de seis.
Cruzamos el pueblo y nos topamos con los muros del penal El Dueso junto a los cuales caminamos un buen trecho. Estamos en un entorno protegido: la Reserva Natural Marismas de Santoña y Noja. Un poco más adelante, en la acera de una urbanización adyacente a la playa de Berria, nos encontramos a la sevillana María que ha sufrido un desvanecimiento al efectuar un giro de la cabeza y está siendo atendida por unos vecinos. Ya se encuentra mejor, así que Julián acarrea su mochila y partimos en dirección a Noja, para lo cual hemos de superar el monte del Brusco que separa la playa de Berria de la de Trengandin.
En esta última, larga como un día de verano sin cerveza (4,5 km.), nos descalzamos para poner los pies al fresco aprovechando la bajamar e ir caminando por la arena hasta arribar a Noja donde nos espera Miguel. Allí almorzamos invitados por María que quiere mostrarnos su agradecimiento por haberla ayudado. Sabes que no hacía falta, María.
Antonio y María se van con Miguel y el resto reanudamos la marcha. A la salida de Noja un aroma turbador nos envuelve y atrapa: estamos pasando junto al obrador del convento de Santa María de la Merced donde las monjas están cociendo sus delicias ¡Hay que entrar!. Fernando compra una quesada y las monjitas nos obsequian con dos cajas de otros dulces, así que ya tenemos postres para la cena.
Entre frondosos prados donde pacen gran cantidad de vacas, vamos zigzagueando hasta Castillo primero y a Meruelo después, llegando más tarde a Bareyo, deteniéndonos a tomar resuello en la cafetería del camping Los Molinos donde una simpática camarera le ofrece a Paco Calatayud hacerle el boca a boca para que oxigene, él agradece el gesto pero no acepta (?). Nos dicen que de aquí a Güemes hay 6 minutos en coche, una hora caminando, pero en vez de ir por la carretera regresamos al Camino y éste nos vuelve a tomar el pelo haciéndonos dar vueltas y vueltas por el campo, por lo que la etapa se convierte en un voy-y-vengo.
Arribamos, por fin, al albergue “La Cabaña del Abuelo Peuto” regentado por Ernesto Bustio, sacerdote, viajante, peregrino de la vida como a él gusta definirse, y que se sale de las pautas de un albergue al uso. Se trata de la casa que construyó, por ahora hace 100 años, el abuelo de Ernesto llamado Perfecto (Peuto coloquialmente) y que fue reconstruida hace unos 40 años, añadiéndosele dependencias posteriormente. En 1999 pasa el primer peregrino y durante ese año se cuentan unos 200, el pasado año 2009 fueron 3.500; aunque no solo pernoctan peregrinos sino que también alberga, previa reserva, a niños de colegios y excursionistas.
Los hospitaleros nos reciben amablemente, nos ofrecen líquidos y nos acompañan a las habitaciones, luego Ernesto da una charla en la biblioteca, que Natalia traduce al inglés, hablándonos de la historia de la casa, de la emigración de la familia y de sus múltiples viajes por Africa y América Latina que han quedado reflejados en más de 80.000 fotografías, de las que acaban de digitalizarle unas 60.000 en la Universidad de Cantabria. Nos traslada su filosofía de compartir experiencias y vivencias y su mensaje de que si venimos con mentalidad del Camino Francés chocaremos con la realidad del Camino del Norte que, según él, tiene dos dificultades: el propio camino físico y el problema mental. Además este es un camino para gente inteligente y creativa. Ahí queda.(Lo ha dicho él, que conste).
Después viene la cena: sopa de fideos, ensaladilla rusa, lentejas y fruta. La sobremesa la ameniza José Luís, un músico que toca el rabel un instrumento medieval considerado el violín de la época, seguramente de origen árabe, cantándonos algunas canciones lugareñas. En este albergue no hay fijado un precio por la estancia, cena y desayuno sino que se insta al peregrino a que valore lo recibido y deje anónimamente en una hucha que hay a la entrada el dinero que considere y pueda.
Nos retiramos a nuestros aposentos a saborear la quesada y las rosquillas de las monjitas de Noja, uniéndose a la cuchipanda las y los jóvenes de la habitación de al lado derivando la conversación hacia temas existencialistas, hasta que el hospitalero cambia el tono afable de la tarde por otro mas recio y nos manda callar enérgicamente. Deduzco que quiere dormir.
Playa de la Salvé por la mañana
Con "El Gasolino" llegamos a Santoña en un plis-plas
Aquí estamos Sus muros
Subiendo al monte del Brusco
A nuestra derecha la playa de Berria
A la espalda las marismas de Santoña
Nos vigilan desde la cima
Y los "cojines de monja" nos rodean
Ahora bajaremos a la playa de Trengandin
Voilà
A Julián le faltan manos
Puente medieval de Helgueras sobre la marisma Victoria
Desde la Sociedad Deportiva de Noja nos despiden
Playa de Trengandin
Charla de Ernesto
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