Hoy recuperaremos el día que llevamos adelantado por haber empezado en Islares y lo vamos a dedicar poco menos que a hacer turismo, por lo tanto la salida es la que corresponde: tarde, tranquila y lenta. Ha lloviznado por la noche y el día amanece encapotado, por lo que toca estrenar los chubasqueros que nos van a sobrar enseguida porque está cambiando el tiempo.
Se divide el grupo tras el desayuno y unos cuantos nos vamos delante siguiendo las flechas del Camino, lo que supone andar 4 km. por bosque de robles y hayas para avanzar sólo 1 km.; el paraje es precioso pero el sendero en forma de herradura casi nos devuelve al punto de partida.
Al rato pasamos junto a la cafetería de un camping donde deben estar cocinando albóndigas porque los efluvios que nos arriban son irresistibles, así que “padentro”. Almorzamos y llamamos al grupo que se supone iba detrás, pero casi estaban ya en Comillas, y es que esto de los almuerzos hay que hacérselo mirar.
Por caminos y carreteras vamos dejando atrás caseríos que forman el municipio de Ruiloba. En Pando se encuentra un convento de las Carmelitas Descalzas (s.XVIII) y más adelante el barrio de Concha con casas antiguas y muy cuidadas que hacen pensar en la segoviana Pedraza.
Comillas, villa de pescadores desde la Edad Media, pasó a ser el lugar elegido por la aristocracia para sus veraneos a finales del siglo XIX, siendo la primera población española que tuvo alumbrado público eléctrico un año después de que Edison inventara la lámpara incandescente. Tan radical cambio se debió al mecenazgo de Antonio López y López, indiano famoso, fundador de grandes compañías navieras, primer Marqués de Comillas, que mandó levantar el imponente edificio del seminario que más tarde albergó la Universidad Pontificia de los jesuitas. También, sobre el solar de la humilde casa donde nació, encomendó al arquitecto catalán Joan Martorell la construcción del palacio de Sobrellano, de estilo neogótico con influencias venecianas, rodeado de jardines y una capilla-panteón que decoraron escultores catalanes. En este palacio se hospedó el rey Alfonso XII en el verano de 1.881 y sucesivos. Próximo al palacio se halla el Capricho de Gaudí cuyo nombre real es Villa Quijano, de estilo modernista, que fue encargado en 1883 al arquitecto catalán por Máximo Díaz de Quijano, pariente del Marqués de Comillas, para destinarlo a residencia de verano.
Esta magnífica población, hermanada con la piamontesa Arignano (Italia), nos presenta otras credenciales más próximas al pueblo llano: sus playas, su pequeño pero precioso casco antiguo donde se encuentra la iglesia parroquial de San Cristóbal (s.XVII) y especialmente el “Bar Filipinas” ¡Qué tortillas tienen!, de todas clases y cuál mejor, además de tapas mil. Tenemos que esperar hasta las tantas para poder comer porque está todo “abarrotao” por ser hoy la fiesta del indiano, que consiste, en esencia, en dar a conocer el legado que estos emigrantes dejaron en Cantabria y también en los países que los acogieron, para ello la gente se viste de blanco con un sombrero de paja y se celebran numerosos eventos conmemorativos.
Toca regresar a Cóbreces y los más valientes (Julián, su hermano Paco, Nerea y Natalia) vuelven andando por la carretera, los demás también por la carretera pero en coche. Que no sirva de excusa pero es que queremos ver el partido de comienzo de liga entre nuestro Hércules y el Atlético de Bilbao que nos ganan los leones, sin merecerlo, por 0-1.
Tras el disgusto del partido, compramos viandas y organizamos un buen condumio al que se unen Lucia y Nacho, sobrinos de Miguel, que han llegado desde Santander para compartir con nosotros la cena que preparamos entre todos.
Esta noche es la última que pasamos en el “castillo del terror” en cuya cocina aparece algún extraño “conejo”. También mañana nos separaremos porque Natalia y Nerea se vuelven para su tierra y el resto seguiremos hacia Liébana, así que nos apetece alargar la sobremesa todo lo posible y las risas y bromas se suceden hasta la madrugada de nuevo.
Chispea
Hay algo de barro en el camino
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